viernes, 28 de marzo de 2008

Xi'an: Guerreros de Terracota y Muralla (día 7)


Ya he dicho antes que conviene hacer caso de la Lonely Planet cuando recomienda que uno se cerciore de que las excursiones no incluyen shoping antes de contratarlas.

 

Bien, lo digo con conocimiento de causa... En Xi’an nos la metieron pero bien doblada... Contratamos la excursión en el mismo hotel en el que estábamos alojados. Después de mucho debatir nos decidimos por una excursión que incluía el Poblado Neolítico de Ban Po y la visita a la tumba del Emperador Qin.

 

Pues bien, aquella mañana nos despertamos temprano, desayunamos y nos subimos en la ya clásica furgoneta de excursiones. Tengo que decir que este grupo era aún peor que aquel de Beijing para ver la muralla. Llevábamos a auténticos mentecatos con nosotros. En particular unos canadienses que descubrían el mundo y la vida a cada paso que daban...

 

Primera parada en el Poblado Neolítico. Es bastante interesante y está muy bien conservado. Llama la atención que los ritos para los enterramientos sean tan similares a los del Neolítico del mundo occidental... El poblado tiene unos 6.000 años de antigüedad y se conservan cerámicas, restos humanos y armas. La exhibición cuenta también con explicaciones en 3D de cómo se construían estas viviendas.

 


De allí nos llevaron, sin comerlo ni beberlo, a la fábrica de reproducciones de Guerreros de Terracota. De alguna manera todos nos preguntamos qué narices hacemos allí. A nadie le interesa cómo se hacen las reproducciones que se venden en la calle, máxime cuando se hacen con un molde... La respuesta llega rápido, al entrar en la tienda de la fábrica donde, por cierto, todo es bastante más caro que en cualquier otro lugar...

Nos hicimos la foto tonta de Guerreros y nos fuimos.

 


Con el mosqueo nos llevan a ver la Tumba del Emperador Qin, o eso pensamos. En realidad, lo que nos llevan a ver es una suerte de barraca de feria (lástima que no dejaran hacer fotos) llena de luces de navidad, maniquíes, música estrambótica y una explicación bastante raquítica de cómo este emperador unificó el país. En resumen: una horterada que no era, estoy segura, ni de lejos, la tumba de nadie...

 

La siguiente parada fue para comer. En un restaurante que estaba junto a una reproducción horrible de una efigie y una pirámide egipcias. La comida fue de lo peor de todo el viaje. Lo único que valía la pena era la ternera. El pescado (carpa agridulce) no tenía naaada que ver con el que probamos el primer día. Estaba frío como si lo hubieran hecho hace una semana...

 

Además nos racanearon las bebidas: mientras que la Coca-Cola estaba incluida, la Coca-Cola Light no lo estaba...

 

Cuando acabamos de comer la Guía vino a por nosotros y nos llevó andando a la fábrica de seda que había justo al lado del restaurante. Bastante mosqueados le dijimos que no queríamos comprar nada, que lo que queríamos era ir a ver los Guerreros.

 

Se excusó diciendo que el conductor aún no había terminado de comer y que no teníamos que comprar nada si no queríamos (¡Sólo faltaba!). Allí que nos metió. El caso es que los 7 minutos que dura la exposición de cómo se extrae la seda de los capullos de los gusanos era muy interesante. Y cómo hacen los edredones de seda y todo... Pero ya digo que eso dura 7 minutos. Y de allí te conducen a la tienda. Medias sonrisas con sorna, etc.

 

En la tienda, al final, te dejan encerrado casi media hora, aunque les hayas dicho que no vas a comprar nada. ¿Por qué? Pues porque al final siempre hay alguien que pica... Y eso que es todo bastante más caro que fuera. Yo le dije a la guía que quería salir a fumar y me dijo que no podíamos salir porque no quería que nos desperdigáramos... Como si pudiéramos ir muy lejos. Le dije que no me iba a mover de la puerta, que solo quería fumar, y me dijo que podía fumar allí mismo, en la tienda, con toda la seda y la parafernalia.

 

Por fin, última parada: los Guerreros de Terracota, que son muchos y de barro, se confirma. Efectivamente allí está el tipo que los encontró, firmando catálogos y cobrando por hacerte una foto con él. Pobre hombre, se tendrá que ganar el pan de algún modo, ya que de su hallazgo no se llevó nada propiamente dicho...

 


Hay un video del año maricastaña, de estos que ves en una pantalla circular, que te cuenta cómo se hicieron los guerreros y qué pasó con la tumba antes de ser encontrada.

 


Cuando fuimos nosotras estaba cerrado el pabellón 2 que, por lo visto, es uno de los más interesantes. Una pena, pero tampoco un drama. Vale que son todos distintos, pero tampoco es que haya que verlos todos uno por uno...

 


Los guerreros de la parte delantera están reconstruidos, restaurados y en pie, aunque no los han pintado. Los de la parte de atrás se conservan como se encontraron: un montón de fragmentos de barro rotos. La guía nos dijo que los habían querido dejar así para atestiguar el estado en el que fueron encontradas las piezas. Yo creo que se hartaron de pegar pedazos...

 

Originalmente las figuras estaban también pintadas y alguna que otra conserva los restos de pintura.

 

Además de los pabellones hay un museo con las armas de bronce y otras piezas de metal.

 

Cuando nos devolvieron a Xi’an, entre pitos y flautas, lejos de ser las cuatro de la tarde, hora que nos habían dicho, eran las cinco y media. No nos daba tiempo a ir a ver la Gran Mezquita, así que nos quedamos en la muralla. Hay que pagar entrada, pero el paseo merece la pena. La muralla es muy ancha y está muy bien conservada. Por la noche la iluminan con farolillos rojos y está muy bonita.

 


La calle que corre justo al lado es muy tranquila y las casas están todas rematadas con el tejado estilo pagoda. Llegamos hasta la esquina oeste desde la Puerta Sur y volvimos por abajo, por la calle hasta el Youth Hostel para ver el bar y tomar algo allí. El bar es de lo más agradable y acogedor, con un ambiente magnífico.

 

Volvimos al hotel y miramos en internet un buen sitio para salir a cenar en Xi’an y la sugerencia fue un sitio, cerca de la Torre de la Campana, donde, por lo visto, hacen unas de las mejores empanadillas de la zona: De Fa Chang (http://travel.nytimes.com/travel/guides/asia/china/xian/restaurant-detail.html?vid=1154663253103). Digo “por lo visto” porque, de nuevo, salimos demasiado tarde para cenar en un restaurante.

 

Ni cortos ni perezosos nos fuimos al barrio árabe donde nos metimos en el primer restaurante de aspecto cutre que nos llamó la atención. Pinchos morunos, pitas... Allí cenamos la comida más picante que he probado en todos los días de mi vida. Acabamos con los labios que no podíamos ni hablar... La mezcla del picante árabe y el picante chino tiene como resultado un sabor delicioso, pero apto sólo para valientes... ¡Llegamos a plantearnos si no sería una broma pesada de los chinos y todo!


Xi'an: Torres de la Campana y del Tambor (Día 6)


Llegamos bien tempranito a Xi’an. La estación de tren está junto a una de las puertas de la muralla. Al ladito, está el International Youth Hostel (Si vais allí ni se os ocurra pillar un taxi). Nosotras nos quedamos en un hotel de la cadena JinJang, en un Jin Jiang Inn, pero el Youth Hostel tenía una pinta estupenda.

 


Tomamos un taxi después de pasear un poco y le enseñamos el papelito de rigor con la dirección en chino y un planito. El taxista dice “ok” y nos deja en un hotel que no es el nuestro... un Sofitel. Nuestro hotel estaba cerca, a un par de calles, así que fuimos andando. Desayunamos en el hotel desayuno chino (empanadillas, que son una especialidad de la zona y que están deliciosas y noodles) y descansamos un poco. Nos tomamos un par de horas para dormir después del viaje en vela.

 


Recuperadas tras el reparador descanso, nos tiramos a la calle con nuestro amigo de Beijing, que había venido a pasar el finde con nosotras y había llegado también por la mañana en avión. Fuimos paseando por una calle grande, muy comercial, hasta llegar a la Torre de la Campana. Allí compramos entradas para visitar las dos torres: la de la Campana y la del Tambor.

 


En la Torre de la Campana se puede ver una campana muy grande (que no es la original) y un cutre-espectáculo con campanas y otros instrumentos y un poco de danza. No está mal, pero carece de entusiasmo...

 


De allí fuimos a visitar la Torre del Tambor, que está cerca (se ven la una desde la otra). Allí se puede ver un tambor enorme que, creo, tampoco es el original. El espectáculo nos lo ahorramos.

 

Desde la Torre del Tambor se puede ver una esquina de una calle del barrio árabe. Decidimos que puede ser una buena idea ir a visitarlo y comer algo allí.

 


El barrio árabe, junto con la muralla, es probáblemente lo que más nos gustó de la ciudad de Xi’an. Es muy animado, con un mercadillo enorme donde regatear resulto hasta divertido en ocasiones. Bastante más barato que Beijing o Shanghai (Shanghai es más caro que Beijing, por cierto). Los puestos de comida, aunque de aspecto cutre, huelen fenomenal. La mezcla de especias árabes y chinas resulta muy atractiva, pero más vale que te guste el picante...

 

Resulta chocante y curioso ver a los chinos musulmanes. Los puestos de cordero y de frutos secos están por todo el barrio.

 

Comimos en uno de los puestos, donde hacían tortitas con carne y algo más, que podía ser cebolla, espinacas o repollo. Estaban muy buenas, y para acompañar, unos tallarines gordos, gordos, con una salsa de cacahuete que estaba muy rica, pero que al final resultaba un poco pesada.

 

Después de algunas compras y de haber saciado el hambre, nos propusimos encontrar la Gran Mezquita, lo que resulto prácticamente imposible... Tuvimos que preguntar vaarias veces y por más que mirábamos el mapa no dábamos con ella. Para ser una Gran Mezquita, está muy bien escondida, pensábamos...

 

Por fin, fuera de hora, y cuando ya estaba cerrada, dimos con ella. Habíamos pasado junto a ella varias veces, pero al estar dentro del mercadillo era imposible verla. Vas mirando los souvenires y regateando aquí y allá y pasas por la Mezquita y ni te enteras...

 

Después de unas compritas más (estamos como locos) volvimos al hotel, donde nos permitimos otra horita de descanso antes de salir a cenar.

 

Buscamos en la Lonely Planet un buen sitio donde cenar, pero enseguida descubrimos que la Lonely de 2005 se ha quedado antigua en este tipo de menesteres; comprensible, al ritmo que está cambiando China... Pero la cosa empeora: las diez y media es una hora muy mala para que te den de cenar en restaurante en sitios como Xi'an o Guilin. En las ciudades grandes no hay problema, pero en estas ciudades las opciones se reducen.


Finalmente, encontramos uno abierto. Era un sitio, cuado menos, extraño. En lugar de sillas o asientos tenía columpios. Y en la carta pudimos encontrar desde filetes (muy ricos) hasta una pizza cuyo nombre, en inglés, rezaba: “two human life field pisa”. Hicimos por pedirla, pero nos dijeron que ya no servían pizza (otra vez la hora).

 


Después de cenar volvimos paseando al hotel y vimos, por el camino, multitud de puestos de comida callejeros. Algunos tenían incluso mesas y todo.

El Templo del Cielo (día 5)


Un día más en Beijing y éste, también, decidimos tomarlo con calma. Entre los madrugones, las salidas nocturnas, las agujetas y las palizas, nos merecíamos un descanso.

 


Beijing decidió despedirse de nosotras con un día soleado y templado. Desayunamos en el bar del Youth Hostel y fuimos en taxi a la estación para dejar las maletas en consigna.

 

El edificio de la estación (Este) es apabullante, enorme. Impresiona, realmente. Además funciona un poco como un aeropuerto. Controles de equipaje y policiales, salas de espera como salas de embarque...

 


A la entrada pasas un control policial y las maletas pasan por un scanner. Dejamos las maletas en consigna (nos hicieron abrirlas primero) y buscamos un taxi que nos llevara al Templo del Cielo. El primero que encontramos no quería poner el taxímetro y pretendía cobrarnos 80 yuanes. Le dijimos que no, le hicimos parar, nos bajamos y paramos otro taxi. La carrera nos costó 22 yuanes (2 euros con 20).

 

El Templo del Cielo es muy bonito. Es una zona ajardinada con varios templos y pabellones. Es donde el Emperador iba, una vez al año, a rezar para obtener una buena cosecha.

 


El día acompañó bastante, con el sol, los colores se veían muy vivos y vibrantes. A la entrada del recinto, antes de las taquillas, hay un letrero con una serie de prohibiciones. Se pide contemplar especialmente las prohibiciones en el Gran Corredor. Merece la pena leerlas y luego acercarse al Gran Corredor, que es como un pabellón psiquiátrico... Una locura.

 

¿Curiosidades? El Muro del Eco o la cima del Templo. Ambos lugares tienen características acústicas muy curiosas, aunque no resulta sencillo comprobarlas debido a la cantidad de gente.

 

Dentro del recinto también hay sitios para comer o tomar un tentenpié. Nosotras comimos allí mismo para terminar nuestra visita por la tarde, ya oscureciendo.

 

Desde el Templo del Cielo fuimos en taxi a la estación, pero esta vez el taxista nos dejó en otra entrada del edificio y nos las vimos y nos las deseamos para orientarnos y localizar la consigna.

 

El mundo de la estación de trenes es impresionante. Lo primero que hay que averiguar (en los letreros luminosos) es la sala de espera que te ha tocado. Cada sala de espera alberga a los pasajeros para tres o cuatro trenes. Es como una sala de pre-embarque. A la entrada enseñas tu billete. Hay alguna tiendita y cafetería. Si no llegas con tiempo, encontrar sitio para sentarte te resultará complicado...  Ya en la sala de espera no se puede fumar.

 


Allí esperas tranquilamente, mirando los letreros luminosos (en chino y en inglés) a que te llamen para embarcar en tu tren.

 

Los compartimentos de cama blanda (del tren Beijing-Xi’an; ignoro cómo serán otros) están muy bien. Son dos literas a cada lado, un compartimento para las maletas encima de la puerta. Edredones y almohadas doblados y limpios. Mesilla de noche con el aparato eléctrico para calentar agua para hacer té.

 

Además, cada litera tiene su propia tele y cascos (de cuatro que había en el compartimento, tres estaban rotos, pero nos los cambiaron sin problemas). La programación es bastante mediocre y encima en chino, pero bueno...

 

Hay un vagón cafetería que cierra por la noche (no sabemos a qué hora). Se puede fumar en los rellanos entre vagón y vagón, y si no quieres acostarte, puedes sentarte en el pasillo a leer o escuchar música...

 

Las camas no son cómodas, la verdad, pero si estás suficientemente cansado, dormir no es muy complicado... Lo malo es que te puede tocar compartir compartimento con alguien a quien le huelan los pies, o que ronque, o sabe Dios qué...

 

Los compartimentos son mixtos; a nosotras nos tocó compartir con dos chinos, padre e hijo. Limpios, educados y no roncaban. Una suerte, porque nosotras casi no pegamos ojo en toda la noche... El hijo se portó muy bien, estuvo muy pendiente de que no nos olvidáramos nada y de bajarnos las maletas e incluso intentó comunicarse un poco en inglés, pero se rindió pronto...

 


Al principio y al final del vagón hay sendos lavabos y sendos baños. Por la mañana los chinos van todos en fila a asearse y a echar el escupitajo mañanero a los lavabos. Uno de los baños es letrina y el otro wáter, así que hay para elegir.

jueves, 27 de marzo de 2008

El Palacio de Verano (día 4)



Al Palacio de Verano decidimos ir por nuestra cuenta y riesgo. Lo cierto es que lo de las excursiones organizadas, pese a que a veces son inevitables y necesarias, son un poco rollo, y además nos habían dicho que al Palacio de Verano puedes ir en taxi y te sale entre 5 y 8 euros.

 

Desayunamos con Mar en el Hostel y buscamos un taxi. Le enseñamos la dirección en chino y la entendió enseguida. El trayecto por la ciudad fue bien, esquivando coches, motos, bicis, perros y peatones. Lo crudo vino luego, al salir a la autovía. Los chinos conducen como pollos sin cabeza, es cierto, pero no corren. Además, a esto hay que sumarle que se duermen en cualquier sitio. Adoptan la postura de la gallina clueca y se quedan secos.

 

La falta velocidad y la facilidad para quedarse dormidos son dos factores peliagudos en autovías libres de tráfico y sin curvas... Lo cierto es que pasamos un mal rato porque el taxista se nos iba quedando dormido por momentos... Empezó a bostezar, a bajar la ventanilla, a restregarse la cabeza, a estrujarse los ojos... hasta que en una de esas se le cerraron los ojos. Yo grité y Mariko golpeó la mampara. El remedio pudo haber sido peor que la enfermedad, la verdad, porque el señor se llevó un susto de muerte, claro. pegó un volantazo y casi para el coche en mitad de la autovía... Se volvió muy indignado y nos regañó mucho. Entendimos que pensaba que nosotras creíamos que nos estaba timando o dando una vuelta innecesaria o algo, porque señalaba los carteles donde decía “Summer Palace” como diciendo “¿Véis?¿Véis? ¡Si voy bien!” Nosotras dejamos que nos regañara todo lo que quisiera, aliviadas porque ya lo teníamos entretenido con algo... El trayecto nos costó 55 yuanes (5 euros y medio) pero nos pudo haber costado la vida...

 

El Palacio de Verano es de las cosas que más nos han gustado en Beijing. Es inmenso e impresionante, la verdad. Merece la pena reservar un día entero para verlo (ojo, cierra a las seis o a las seis y media). Los templos, los lagos, el gran corredor... El día también estaba brumoso, pero le daba una belleza especial, aunque la visibilidad también estaba reducida.

 




Recomendamos la entrada completa, que te da acceso a todos los templos, calles y monumentos. Se puede comer dentro. Hay puestos con comida rápida. Nosotras comimos noodles precocinados, como auténticas chinas.

 


El día fue agotador, anduvimos un montón y subimos y bajamos más y más escaleras con unas agujetas que hacían que pareciera que teníamos patas de palo... pero valió la pena. El paisaje y la paz que se respira allí son fascinantes.

 


A la salida, y después de un ansiado cigarro, había varios taxis en la puerta. Nos dirijimos a uno y le enseñamos nuestro mapa con la dirección del hotel en chino. El taxista, entonces, intentó negociar un precio con nosotras. Nos pedía 120 yuanes (12 euros). Escandalizadas le dijimos que no, que 50 yuan (la ida nos había costado 55), empezó a regatear y entonces Mariko, muy indignada y en un perfecto castellano, le dijo que pusiera el taxímetro. Entonces vino otro taxista que aceptó llevarnos por 100 yuan (decían que si el tráfico, que si era mejor otro camino... En ese momento sólo piensas en darte una ducha y descansar un poco). Aceptamos y nos fuimos con él.

 

Para nuestra sorpresa puso el taxímetro aunque ya habíamos acordado el precio. Cuando llegamos al hotel el aparato marcaba 150 yuan, que pagamos diligentemente... Aquí habría dos explicaciones: O el tipo estaba en lo cierto y el camino que había tomado para no coger atasco era más largo (improbable) o tenía el taxímetro trucado y nos tomo el pelo (como a chinos).

 

Lo bueno es que cuando te timan en China, te timan 15 pavos por un trayecto que en Madrid te costaría de 30 para arriba.

 

Ya en el hotel nos tomamos una Coca-Cola en la cafetería y nos relajamos un poco. Habíamos visto que en el mismo hotel te tramitaban billetes de avión y de tren, así que nos pareció una buena idea sacar allí mismo nuestros billetes de tren para el día siguiente a Pingyao.


Sin embargo resultó ser un poco tarde para nuestros propósitos... Nosotras queríamos viajar en cama blanda y sólo quedaba cama dura. Como teníamos dudas de cómo sería la cama dura en un tren a Pingyao y aún nos quedaban cosas por ver en Beijing decidimos abandonar la idea de visitar Pingyao e ir directamente a Xi'an dos días más tarde.


Para Xi'an, dentro de dos días, si quedaba cama blanda. Compramos los billetes (pagando una comisión de unos cuatro euros por billete por el trámite) y nos dijeron que tendríamos los billetes en el hotel al día siguiente por la tarde.


Tuvimos que ampliar nuestra estancia un día más en el Hotel, pero eso no fue ningún problema.


Después nos fuimos a Wanfujing, una calle peatonal con muchas tiendas y una calle perpendicular que está llena de puestos de souvenires (Mariko se compró un reloj despertador con un Mao que te saluda) y de comida. La comida en estos puestos va desde pinchos de patas de calamar a la plancha hasta escorpiones fritos, pasando por caballitos de mar, estrellas de mar, saltamontes y una suerte de larvas o pupas muy gordas. Es un espectáculo verlo, aunque lo cierto es que nosotras no vimos a ningún chino comiéndolos. Sólo comían las patas de calamar y los pinchos de carne.

 



En Wanfujing quedamos con nuuestros amigos con toda la intención de llevarles a comer Pato a la Pekinesa del güeno güeno, pero el restaurante al que pretendíamos ir (que recomendaba la Lonely Planet) estaba cerrado, así que echamos a andar y entramos en el primero que nos pareció bien (de camino al restaurante pasamos por un Supermercado Día).

 


Pedimos Pato Pekinés y a mi me gustó más que el de la noche anterior, aunque tampoco era la experiencia prometida... El resto de la comida también estaba muy buena, especialmente la ensalada.

 

Coincidió que, estando allí, dio la hora de cenar de los cocineros, que salieron en tropel de la cocina con cazos y tazones enormes que llenaron de arroz blanco que habían sacado en un barreño inmenso. Eso fue su cena, que liquidaron en cuestión de segundos, un tazón de kilo de arroz blanco.

 

Aquella noche volvimos al Suzie Wong, que tanto nos había gustado la noche anterior.

La Gran Muralla (día 3)


Desayunamos temprano en el hotel (desayuno chino: noodles, arroz...) y nos metieron en una furgoneta de once plazas. Mariko y yo planeábamos dormir todo el trayecto hasta Mutianyu, pero no fue posible porque nada más entrar en la furgoneta, hablando, una chica que ya estaba dentro nos preguntó “¿Españolas?”. Era Mar, murciana. Simpática y super dicharachera. Al cabo de diez minutos habíamos perdido toda esperanza de dar una cabezadita.

 

Cuando, después de un trayecto largo largo, llegamos a la muralla, el guía nos preguntó a todos si queríamos subir en teleférico o si preferíamos ir andando. Envalentonadas, dijimos que andando. Afortunadamente, subida la primera cuesta, que es al mismo tiempo mercadillo, decidimos que casi mejor, en teleférico.

 

Dos del grupo subieron andando; el resto, en teleférico. El guía nos dejó allí y con mirada resignada nos dijo que él tenía que ir con los que subían andando.

 

Subir andando, al menos en Mutianyu, no merece la pena; lo mismo que tampoco merece la pena bajar andando. El teleférico te deja en un punto de la muralla a partir del cual puedes echar a andar hacia la izquierda o hacia la derecha. Conviene entrar orinado a la muralla, pues una vez allí no hay baños (obviamente).

 

Nosotras, haciendo caso omiso a unos andaluces que nos dijeron que ellos “normalmente” se dirigían hacia la derecha y luego, siete u ocho torres más allá, bajaban en tobogán, echamos a andar hacia la izquierda. El día estaba un poco nublado y la visibilidad no era muy buena; además, el monte estaba pardo aún, pues estaban saliendo del invierno. A pesar de todo el lugar es muy bonito y el paisaje, con la muralla perdiéndose a lo lejos, es una maravilla.

 

Al cabo de un rato, todo hay que decirlo, nuestro entusiasmo inicial convirtió la maravilla en una muralla muy grande. Anduvimos bastante, hasta que llegamos a un tramo muy empinado de escaleras. “Hasta aquí hemos llegado”, pensamos. Hicimos un par de fotos chorra mirando un mapa como si nos hubiéramos perdido en la muralla y volvimos.

 

Volvimos, y yo concretamente con la vegiga que me iba a explotar en cualquier momento. En el punto donde nos había dejado el teleférico encontramos al guía que llegaba con los otros dos excursionistas.

 

Los que subieron andando no estuvieron ni diez minutos en la muralla. Por eso, entre otras cosas, digo que no vale la pena subir andando. Llegas exhausto y no haces lo que has venido a hacer: patear la muralla. Bajar tampoco es mejor. La bajada, aunque por escalones, es muy pronunciada y larga.

 

A mi me duraron las agujetas una semana entera. Además hice toda la bajada orinándome, que cuando llegamos abajo y vi el mercadillo fue como volver a nacer ¡¡¡Un baño!!!

 

Los baños públicos en China abundan, sobre todo en los Hutones, porque aún hay muchas casas que no tienen baño. Nosotras no hemos entrado a baños públicos en la calle, pero sí en lugares como este: muralla, palacio de verano, templo del cielo, muralla de Xi’an, aeropuertos... estos no están mal. Normalmente tienen cabinas con letrina y cabinas con wáter. Conviene ir siempre equipado con kleenex, no sólo para el baño, sino también para comer, pues es muy raro el restaurante donde te obsequian con una triste servilleta...

 

En el mercadillo compré el libro de citas de Mao, que lo venden en cualquier esquina.

 

Comimos allí mismo, en un restaurante. Tofu (ninguno de los que fuimos a la excursión éramos precisamente fan del Tofu, así que se quedó entero), arroz, noodles de patata, pollo y cerdo. Correcto pero sin alardes.

 

A la vuelta, ya en el hotel, me di un masaje esperando que fuera como el primero... Nada más lejos. El sitio no era tan higiénico ni la china lo daba igual de bien... fue algo decepcionante, la verdad...

 

Nos dimos una ducha y salimos pitando (Mar también) al restaurante donde habíamos quedado con nuestros amigos para cenar el mítico Pato a la Pekinesa.

 

El restaurante estaba muy bien, como muy de lujo, y estábamos en un reservado. El pato estaba bueno, pero no era la experiencia religiosa de la que habla la gente que ha comido Pato Pekinesa en Beijing. Una cosa curiosa: la piel, muy tostada, muy tostada y crujiente te la sirven con un cuenquito con azucar aparte. Se moja en el azucar y está buenísima.

 


Después nos llevaron a un garito que se llama The World of Suzie Wong. El sitio es una chulada; con muchos occidentales también pero merece la pena ir. La música es muy buena, sobre todo arriba y el servicio es increible. Tiene varios premios, como el mejor sitio para ver y dejarse ver, el mejor sitio para conocer gente, el mejor sitio para ligar, el sitio con mejor decoración... Responde a las expectativas. Muy recomendable ir y ver qué se cuece.

Tiananmen y la Ciudad Prohibida (día 2)


El segundo día nos lo tomamos con calma. Amanecimos tranquilamente, desayunamos en el bar del Youth Hostel y decidimos emplear el día en visitar Tiananmen y la Ciudad Prohibida.


Sin embargo, en cuanto pusimos un pie en la calle nos resulto irresistible la idea de pasear un poco por el Hutong. El ambiente era tranquilo, como muy de barrio. Chinos ociosos jugando a juegos extraños, niños comiendo fruta, puestos de comida callejeros y restaurantes corrientes humeando... Además había cientos de tiendas de antigüedades, casas de té, tiendas de pinceles y de caligrafías...



Lo dicho, no lo resistimos. Hicimos algunas compras y entramos en una casa de té. Nos sirvieron con la ceremonia del té china, que es curiosa a la par que incómoda... La china se queda mirando cómo te tomas el té, para rellenarte el cuenquito en cuanto te lo acabas... Allí estábamos las dos, que nos salía el té ya por las orejas y sin saber si sería ofensivo decir que ya no queríamos más té.

 


Al final le dijimos basta y no pareció ofenderse...

 

Después del paseo y de dejar las compras en el Hotel, esta vez sí, emprendimos camino hacia Tiananmen. La plaza, como digo, impresiona por lo grande. Por la cantidad de gente que hay, la mayoría turistas chinos. Hay también guardias, policías, militares y, por lo visto, agentes secretos que controlas posibles alzamientos pro-demócratas.

 

Si tienes suerte, verás a los niños volando cometas. Nosotras sólo vimos una y pondría mi mano en el fuego a que la cometa era del vendedor de cometas, no de un niño.

 


Desde Tiananmen accedes a la Ciudad Prohibida, visita obligada, aunque no lo más bonito de Beijing... Supongo que lo más curioso es que es casi todo de madera. Si contratáis la audioguía (disponible en español, también) ésta os contará para qué se utilizaba cada uno de los pabellones, que si aquí se vestía el emperador, que si aquí se desnudaba, que si aquí recibía a fulanito, que si aquí vivían las concubinas...

 

Por lo visto, los sucesivos saqueos han dejado a la ciudad como una sombra de lo que fue en cuanto a ornamentación y riqueza, y aún así es impresionante.

 


Después de esta visita volvimos al Hutong y compramos comida para llevar en un restaurante corriente. Allí había un chino dormido y dos chinas en la cocina. Olía a gas que tiraba para atrás. Pedir no fue fácil, hasta que por fin trajeron una carta traducida al inglés. Pedimos arroz, pollo al curry y un cerdo picante con cacahuetes que estaba delicioso. Creo que aquí comimos la mejor comida de todo el viaje.

 

Nos la llevamos a la habitación del hotel y dimos buena cuenta de ella.

 

Después de comer pasamos un buen rato de la tarde mareando al chino que se encargaba de las excursiones en el hotel. Habíamos decidido ir a la muralla al día siguiente y no sabíamos a qué parte queríamos ir. Después de mucho cabilar optamos por Mutianyu.

 

A la hora de contratar una excursión en China es de suma importancia asegurarse de que la excursión no incluye shoping. Una excusión sin compras es un poco más cara, pero vale la pena. Cuando incluyen compras te marean de acá para allá, que si fábricas de reproducciones, que si fábricas de seda, que si medicina tradicional china... y al final echas tooooodo el día y si caes y compras algo es para luego darte cuenta de que es mucho más caro que en la tienda de la esquina.

 

También contratamos, esa misma noche, ir a la Ópera de Beijing. Bueno, o eso creíamos... De Ópera de Beijing por 9 euros, nada de nada. Nos llevaron a un teatro donde una compañía, probáblemente menor, hizo una representación, digamos digna, de una Ópera china. Incluía la batalla del Rey Mono. La batalla del Rey Mono, por lo visto, es un pasaje muy famoso de una Ópera. Me cuenta mi hermano que Bola de Dragón está basado en esta Ópera y que Goku es algo así como el Rey Mono. Ignoro si esto es cierto o no, pero lo que si es cierto es que este pasaje en concreto gusta mucho a los turistas porque va acompañado de acrobacias y coreografías de supuesta complejidad... Tenía subtítulos en chino y en inglés.

 


La Ópera fue a las 18:30, así que estábamos fuera a una hora razonable para cenar con nuestroa amigos. Nos dijeron que cogiéramos un taxi y le dijéramos “Sanlitun”. Sanlitun es una calle que está entre el segundo y el tercer anillo de Beijing y que es como una zona de marcha pijilla, más bien occidentalizada, vamos...

 

Cenamos en un Tailandés, del cual destacaría un plato que llevaba una salsa de coco que estaba de muerte.

la llegada (día 1)

El vuelo de ida lo teníamos con KLM, con escala en Amsterdam. Llegamos a Beijing con dos horas de retraso, sobre las doce y media pasadas, por lo que el servicio de recogida del hotel se hartó de esperar y se largó. La primera en la frente. Allí estábamos, las dos más tiradas que una colilla en el aeropuerto de Beijing Capital (PEK). Llamamos a nuestro hotel en Beijing (Far East Internarional Hostel) y hablamos con Sally, una china que habla inglés y que te ayuda un montón si tienes problemas con el taxi o lo que sea. Nos dijo que el servicio de recogida se había vuelto y que lo mejor era que tomáramos un taxi.

 

Nosotras habíamos visto que había un servicio de bus que te lleva del aeropuerto a Beijing, una de las paradas relativamente cerca de nuestro Hostel, así que buscamos el bus (Shutle) y lo cojimos. Nos dejaba en el edificio de la Aviación. Desde allí tendríamos que haber buscado la parada del 14, puesto que nuestro Hostel se suponía que estaba a una parada de este autobús, pero decidimos ir andando.

 

Primer problema. Estábamos en una calle imposible de cruzar. Totalmente vallada. Quisimos cojer un taxi y fue materialmente imposible (Ha sido la única vez que hemos tenido problemas reales para parar un taxi). Caminamos para arriba y para abajo hasta que por fín dimos con la clave: Paso subterráneo. Los pasos subterráneos son muy frecuentes en china, dadas las avenidas inmensas, y están limpios y relativamente bien iluminados. En algunos hay tiendas. En todo caso no son peligrosos.

 

Cruzamos la calle y echamos a andar y a introducirnos en el Hutong. Nos perdimos enseguida, pues el mapita que llevábamos tenía una escala bastante mayor de la que suponíamos... Cogimos un taxi (por fin) y le dimos nuestro mapita (nos lo envió por mail el propio hotel: el mapa y la dirección en chino). Después de mirarlo un rato, el chino asintió y arrancó, pero varias veces nos pidió que le diéramos de nuevo el pedacito de papel... Al cabo de un rato paró el taxi, se bajó y se encendió un cigarro.

 

Por supuesto, nosotras estábamos algo desconcertadas... no sabíamos si es que se había perdido, si es que pasaba de llevarnos o es que era la hora del cigarro. Como yo también quería fumar, nos bajamos y vimos que estaba preguntando a la gente que pasaba: “Nos hemos perdido”, dedujimos. Llamé al hotel y le pasé a Sally al chino, que por fin se ubicó.

 

El Hostel está en pleno Hutong, enfrente del Youth Hostel. La habitación la encontramos cómoda y limpia. En todos los hoteles nos han pedido, eso sí, 100 Yuan (10 euros) de depósito por la llave y sólo te dan una llave. En algunos te hacen esperar en recepción hasta que alguien revisa la habitación y sólo cuando tienen el visto bueno te devuelven tus 100 yuanes.

 

Acabábamos de soltar los bártulos en la habitación cuando nos llamaron nuestros amigos. Nos estaban esperando en recepción. Eran las cuatro y pico. Nuestra odisea para llegar al hotel nos había llevado un rato considerable... Bajamos y les preguntamos si nos echarían de comer en algún sitio.

 

Los restaurantes empiezan a abrir sobre las cuatro y media para la cena. Los chinos comen sobre las 12:30-13:00 y cenan entre 17:00 y 18:00. La mayoría de los sitios turísticos cierran sobre las 18:00. En todo caso en China se puede comer a cualquier hora. Los puestos callejeros abundan y la comida en general está muy buena.

 

De todas formas, como era casi la hora de abrir, dimos una vuelta pequeña por el Hutong y entramos en un restaurante cercano. La comida estaba deliciosa. Pedir comida en china es un juego divertido. En los restaurantes más grandes y de más clase, suelen tener una carta con fotos y la traducción al inglés, con lo que el riesgo es menor. De todas formas esta tradución al inglés es bastante pobre y además yo me fui con la sospecha de que la carta en chino es más amplia que la que tienen traducida...

 

Comimos un pescado con salsa agridulce. La presentación es muy curiosa, pues es pescado viene abierto y con los pedacitos de carne en salsa agridulce como si fuera un caparazón de púas. Quizá quede más claro en la foto (lo naranja, en la foto). Este pez suele ser carpa, y está muy bueno. También comimos una carne de ternera que traen dentro de una hoja de algo, buenísima. Las sopas, los noodles (del tamaño y grosor que sean) y los arroces están muy ricos también.

 


El arroz blanco se sirve en un cuenco en el que tu añades normalmente algo de los otros platos, pollo, pescado, carne... y lo mezclas.

 

Una característica importante de la cocina china (al menos de las zonas por las que nosotras nos movimos), es el picante. Muchísimos platos llevan cayena a granel; cayena y cacahuetes.

 

Después de comer fuimos a pasear. Tiananmen estaba a una media horilla andando desde nuestro barrio, así que para allá nos fuimos. Cuando ves Tiananmen realmente te sientes en China. Por mucho que te dicen lo grandísima que es, es aún más grande de como te la imaginas.


 


No se si era porque el Año Nuevo Chino había sido hacía poco o porque son así ellos, lo tenían todo adornado con bombillitas como luces de navidad.

 

Después del paseo, muy agradable, nuestros amigos nos sugirieron un plan de lo más tentador: Un masaje.

 

Nos llevaron a un sitio que se llama Dragonfly (es una cadena) y que es una auténtica maravilla. Tienen una amplia carta de masajes, que incluyen el de piés, el chino, el chino con aceite, el tailandés, y otros más curiosos y especializados como el de la resaca o uno llamado Happy End (No quisimos preguntar, la verdad). Conviene pedir hora y decir si quieres que el masaje te lo de un chico o una chica.

 

El sitio es muy limpio y tiene un ambiente ténue y silencioso que te relaja desde que pones el pie allí. En recepción te obsequian con un té y enseguida viene tu masajista, que te conduce por un pasillo de lo más evocador. Água, velas, piedras, telas traslúcidas, música relajante... Las cabinas son cómodas, bien decoradas y limpias (usan fundas de usar y tirar para las camillas) aunque te dan un pantaloncillo que supones limpio, pero que no es de usar y tirar, así como las toallas.

 

Mariko se hizo un masaje de piés, que incluía también partes como los hombros y el cuello. Dice que es fantástico, muy bueno, relajante y revitalizador. Yo me di el chino con aceite.

 

Para este usan aceite templado y es por todo el cuerpo, de los pies a la cabeza. Maravilloso. Dura una hora y cuesta unos 12 euros. Cuando termina, la masajista te ofrece agua o té. No pidáis agua. De hecho, no pidáis agua en ningún sitio, salvo que sea mineral. Yo pedí agua y me trajo la pobre infeliz un vasito de agua caliente...

 

Después del masaje, y aún en la nube. Nuestros amigos nos llevaron a cenar a un japonés que había cerca del Dragonfly. Cenamos Sushi y Sashimi. Cuando pides cerveza en China te traen una botella de 3/4 de litro, caundo no de litro (la que más bebimos nosotras fue una cerveza china que se llama Tsingtao, que es muy suave, casi aguada... Nos enseñaron una fórmula mnemotécnica para no olvidar el nombre: This Shit Is Not Good Try Another One) Es suave, sí, pero da dolor de cabeza. Muy rico todo, y de allí, a tomar una copa.

preparación del viaje

Empezamos a preparar nuestro viaje a China después de Navidades, en Enero, cuando nuestros amigos se fueron a Beijing. Van a estar allí trabajando  para los Juegos Olímpicos hasta octubre y decidimos que no podíamos dejar pasar la oportunidad de ir a visitarles.

 

Empezamos comparando los precios que ofrecían los paquetes de viajes organizados y cómo nos saldría hacerlo por nuestra cuenta. Después de mucha investigación decidimos que nos saldría a cuenta hacerlo por nuestra cuenta.

 

¿Lo primero? Decidir de cuántos días sería el viaje y qué queríamos ver: 15 días: Beijing, Pingyao, Xi’an, Guilin y Shanghai (Si había tiempo haríamos una excursión a Hanzhou).

 

Las fechas del viaje nos presentaron un pequeño problema. Nuestra idea inicial era ir en Mayo, aprovechando los puentes y así gastar menos días de vacaciones. Cuando ya teníamos más o menos todo el itinerario calculado y visto los precios y todo, nos enteramos de que las fechas que habíamos elegido eran particularmente malas para hacer turismo en China. El primero de mayo es la fiesta del trabajo en China y allí lo celebran tooooda la semana. Cinco días de vacaciones nacionales para los chinos, que aprovechan para moverse, hacer turismo e invadir su propio país en masa.

 

Con un movimiento certero y rápido corregimos nuestro error y recalculamos el itinerario, esta vez, hacíendo coincidir las fechas con la Semana Santa. El riesgo de que los chinos celebraran la Semana Santa era ciertamente escaso.

 

Decididas y cerradas las fechas, el siguiente paso fue comprar el billete de avión para Beijing. Decidimos entrar y salir por Beijing porque nuestros amigos viven allí, aunque Shanghai suele ser un poco más barato. Por otro lado, entrar por una ciudad y salir por otra es bastante más caro.

 

Descartamos Hong Kong porque nos subía bastante el presupuesto. Si queréis visitar Hong Kong en vuestro viaje a China, tened en cuenta que, salvo que entréis y salgáis de China por la isla, necesitaréis un visado de doble entrada, que es un poco más caro.

 

El billete lo sacamos por internet y nos costó unos 740 euros. Si lo sacáis con tiempo seguramente lo consigáis más barato. Además, contratamos el seguro de viajes mundo que ofrecía la propia página de lastminute. El seguro está muy bien, es muy completo y cuesta unos 40 euros. Nosotras buscábamos uno que, además de la cobertura médica, la repatriación del cadáver y esas cosas, nos cubriera la anulación, puesto que viajábamos en elecciones y había que cubrirse las espaldas por si nos llamaban como miembros de una mesa electoral.

 

Una vez comprado el billete teníamos por delante la contratación de los hoteles en las diferentes ciudades y los vuelos internos.

 

Habíamos pensado que, para ahorrar algo de dinero en desplazamientos y hoteles, haríamos dos de los trayectos en tren nocturno: Beijing-Pingyao y Pingyao-Xi’an.

 

Los vuelos internos no supusieron ningún problema. Los sacamos por e-long, que desde hace poco, además ofrece la posibilidad de sacar billetes electrónicos. Otra opción es que te los envíen a la ciudad de China que tu elijas, pero necesitas una dirección, o que los recojas tu donde ellos te digan. Nosotras elegimos billetes electrónicos, que es lo más cómodo.

 

Compramos vuelos de Xi’an a Guilin, de Guilin a Shanghai y de Shanghai a Beijing. El más barato es el último, que cuesta unos 94 euros. Los otros dos nos salieron por poco más de 100 euros cada uno.

 

Los trenes, por otra parte, no los pudimos comprar desde aquí. Hay que comprarlos en la ciudad de origen y con un máximo de una semana de antelación. Lo que si se puede hacer desde España es consultar horarios y precios. Nosotras los miramos a través de travelchinaguide.


 


No se los problemas que habrá en temporada alta, pero cuando nosotras fuimos, en marzo, no tuvimos ningún problema. De hecho nos quedamos sin billetes para Pingyao, pero fue por un exceso de confianza: intentamos sacarlos el día antes de irnos, y sólo quedaban plazas de cama dura.

 

Los hoteles los buscamos con varias referencias: La Lonely Planet, diversos blogs de viajes, y varias páginas como Hostelz u Hoteltravel.

 

Pese a que nosotras no estuvimos en ningún International Youth Hostel propiamente dicho, podemos decir que los que hemos visto y visitado tenían una pinta muy buena. Las cafeterías respiraban un ambiente genial, relajado, gente joven de todas las nacionalidades, ideal para conocer gente y compartir las experiencias del viaje, además de intercambiar consejos.

 

En general nosotras buscamos hoteles baratos, pero no los más baratos. El precio medio por persona y noche fue de 10 euros, y los hoteles estaban bastante bien, aseados y confortables. La única excepción fue el de Guilin, pero ya llegaremos a eso.