martes, 6 de mayo de 2008

Shanghai: La Ciudad Antigua (Día 11)

Desayunamos en una pastelería que había cerca del hotel. Los bollos, dulces y salados, engañan. Puedes acertar o no. Lo mismo puedes coger uno delicioso que uno de arenques... El café, bastante malo, lo arreglamos a base de leche con sabor a café, que vendían allí mismo.

 

Después de desayunar paseamos de nuevo por el Bund. Había muchísima gente, tanta que parecía un día festivo. Había un montón de cometas y de gente vendiendo juguetes y otras tonterías. El ambiente era muy agradable.

 

En nuestro paseo vimos unos pasteles inmensos que algunos chinos transportaban en el remolque de sus bicicletas. Eran del tamaño de una cuna y los vendían por pedazos o al peso, no se bien... Pero eran muy vistosos (y también muy poco apetecibles...)



También vimos varios de los famosos andamios de bambú, que es realmente algo digno de ver...



Al rato nos topamos con la taquilla para los tickets del paseo en barco por el río; 5€ de día, 10€ de noche. Si merece la pena o no por la noche, lo ignoro, pero lo que es por el día no vale el esfuerzo. El caso es que ves exactamente lo mismo que ves desde la orilla. El paseo dura una hora.

 


Después buscamos un sitio para comer que venía en la Lonely Planet, pero para variar no lo encontramos y en el Captain Hostel (que no tiene mala pinta, por cierto, y donde son muy amables en recepción) nos informaron de que el sitio estaba cerrado. Acabamos comiendo, como de costumbre, en el primer sitio que nos pareció bien: Shanghai Grandmother Restaurant. Estaba muy rico y probamos la anguila con salsa de soja y castañas.

 

La tarde la pasamos de compras (¡Por fin! Nos pasamos toooodo el viaje reprimiendo impulsos para no quedarnos sin dinero y no ir demasiado cargadas de regalos y compras, pero ya en Shanghai pudimos dar algo de rienda al gasto) en la Ciudad Antigua.

 


En la Ciudad Antigua te reencuentras con los tejados tradicionales en forma de pagoda que, de alguna forma, añoras en Shanghai. Está toda reformada, y es ordenada y bonita, repleta de tiendas y puestos. Compramos un montón de cosas. Lo primero, una mochila para poder meter dentro toooodas las compras posteriores. Palillos, pinceles (normales y gigantes), camisas, batas con dragones, y por supuesto: bolsos.

 


Aquí sí es una experiencia seguir al chino o a la china que te susurra, enseñándote un pedacito de papel con fotos de bolsos y relojes, “plada, vuiton, lolex, cheap, cheap, lady look”.




Se metían por callejuelas que conducían a aunténticos Hutones, oscuros, sucios, con ancianas lavando en un lavadero público o cocinando, con puestos de comida pequeños e inmundos (pero que olían estupendamente)... Entrabas en casas aún más oscuras, con suelos de tierra y, de pronto, al abrir una puerta de las casas oscuras y destartaladas, entrabas en la sección de complementos de El ConteInglés. Habitaciones forradas de madera de pino con expositores a juego e iluminadas por alógenos.

 


Era como entrar a otro mundo, los expositores llenos de bolsos, carteras de mujer y caballero y relojes de las mejores marcas: Prada, Hermes, Vitorio & Luccino, Dolce & Gabanna, Rolex, Mont Blanc, Salvatore Ferragano...

 

Además estos locales estan llenos de guiris, pero sobre todo españoles, con lo que te sientes aún más en el CorteInglés. Y con tanta estrechez y tantísima gente apiñada, el chino que te está enseñando el Prada de turno saca un mechero, lo enciende y lo pasa por el bolso. Un truco como otro cualquiera para demostrarte que la piel es buena, pero tu piensas “¡¡¿¿Qué haces chino??!! A ver si podemos salir todos ardiendo, hombre!!!” Los bolsos, en función del tamaño y la calidad los puedes sacar por entre 10 y 20 euros.

 

Las mochilas cargadísimas, volvimos, algo agobiadas y cansadas ya de compras, al hotel, donde nos cambiamos para ir a cenar con unos amigos de mis padres y su hija, que está estudiando en Shanghai.

 

Habíamos quedado en el Raddington Hotel, que es un edificio que parece que tiene un ovni en todo lo alto. Está en uno de los lados de la People’s Square (lo pongo en inglés, porque lo de la Plaza del Pueblo, la verdad, queda poco serio...). Cogimos un taxi desde nuestro hotel y cuando llegamos me di cuenta de que me había dejado la cartera en la habitación. En cualquier otro sitio del mundo esto podría ser una tragedia, pero en China no. Como teníamos tiempo paramos otro taxi, fuimos al hotel, recuperé mi cartera y, de nuevo en taxi, llegamos al Raddington. Toda la gracia nos debió costar 4 euros...

 

Encontramos a los amigos de mis padres con su hija esperándonos y nos llevaron a cenar a un restaurante que conocían ellos. No recuerdo el nombre pero la comida estaba muy rica. Pedimos el pez divertido (Carpa Agridulce) que tanto echábamos de menos y lo que más me gustó fueron las bolas de dragón calientes. Ignoro cómo se llaman en chino, pero son unas empanadillas (dumplings) rellenas de carne y sopa caliente. Las traen en un recipiente de bambú, hechas al vapor y hay que mojarlas en vinagre antes de comerlas. Por cierto, hay que tener mucho cuidado porque al morderlas sale la sopa de dentro, que está ardiendo y te puedes abrasar la lengua. Están buenísimas.

 

Nos dijo la hija de los amigos de mis padres que en Shanghai las mujeres beben gratis todos los días de la semana, que sólo hay que saber dónde ir y qué día... Los martes a un sitio, los miércoles a otro... y así sucesivamente. Nos dijo que al día siguiente podíamos ir a un local que había en la misma plaza, un sitio de ambiente mejicano. Ella hacía un año que no iba pero decía que estaba muy bien. Decidimos que iríamos.

 

También quedamos en vernos al día siguiente para ir al Fabrick Market, pues ellos tenían que ir a recoger algunas prendas que habían encargado y nos recomendaron efusivamente ir.

 

Después de cenar, agotadas, nos retiramos a nuestra habitación del hotel, donde fuimos víctimas del zumbido atronador de los aparatos de aire acondicionado... parece ser que todos daban a nuestra ventana.

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