jueves, 27 de marzo de 2008

la llegada (día 1)

El vuelo de ida lo teníamos con KLM, con escala en Amsterdam. Llegamos a Beijing con dos horas de retraso, sobre las doce y media pasadas, por lo que el servicio de recogida del hotel se hartó de esperar y se largó. La primera en la frente. Allí estábamos, las dos más tiradas que una colilla en el aeropuerto de Beijing Capital (PEK). Llamamos a nuestro hotel en Beijing (Far East Internarional Hostel) y hablamos con Sally, una china que habla inglés y que te ayuda un montón si tienes problemas con el taxi o lo que sea. Nos dijo que el servicio de recogida se había vuelto y que lo mejor era que tomáramos un taxi.

 

Nosotras habíamos visto que había un servicio de bus que te lleva del aeropuerto a Beijing, una de las paradas relativamente cerca de nuestro Hostel, así que buscamos el bus (Shutle) y lo cojimos. Nos dejaba en el edificio de la Aviación. Desde allí tendríamos que haber buscado la parada del 14, puesto que nuestro Hostel se suponía que estaba a una parada de este autobús, pero decidimos ir andando.

 

Primer problema. Estábamos en una calle imposible de cruzar. Totalmente vallada. Quisimos cojer un taxi y fue materialmente imposible (Ha sido la única vez que hemos tenido problemas reales para parar un taxi). Caminamos para arriba y para abajo hasta que por fín dimos con la clave: Paso subterráneo. Los pasos subterráneos son muy frecuentes en china, dadas las avenidas inmensas, y están limpios y relativamente bien iluminados. En algunos hay tiendas. En todo caso no son peligrosos.

 

Cruzamos la calle y echamos a andar y a introducirnos en el Hutong. Nos perdimos enseguida, pues el mapita que llevábamos tenía una escala bastante mayor de la que suponíamos... Cogimos un taxi (por fin) y le dimos nuestro mapita (nos lo envió por mail el propio hotel: el mapa y la dirección en chino). Después de mirarlo un rato, el chino asintió y arrancó, pero varias veces nos pidió que le diéramos de nuevo el pedacito de papel... Al cabo de un rato paró el taxi, se bajó y se encendió un cigarro.

 

Por supuesto, nosotras estábamos algo desconcertadas... no sabíamos si es que se había perdido, si es que pasaba de llevarnos o es que era la hora del cigarro. Como yo también quería fumar, nos bajamos y vimos que estaba preguntando a la gente que pasaba: “Nos hemos perdido”, dedujimos. Llamé al hotel y le pasé a Sally al chino, que por fin se ubicó.

 

El Hostel está en pleno Hutong, enfrente del Youth Hostel. La habitación la encontramos cómoda y limpia. En todos los hoteles nos han pedido, eso sí, 100 Yuan (10 euros) de depósito por la llave y sólo te dan una llave. En algunos te hacen esperar en recepción hasta que alguien revisa la habitación y sólo cuando tienen el visto bueno te devuelven tus 100 yuanes.

 

Acabábamos de soltar los bártulos en la habitación cuando nos llamaron nuestros amigos. Nos estaban esperando en recepción. Eran las cuatro y pico. Nuestra odisea para llegar al hotel nos había llevado un rato considerable... Bajamos y les preguntamos si nos echarían de comer en algún sitio.

 

Los restaurantes empiezan a abrir sobre las cuatro y media para la cena. Los chinos comen sobre las 12:30-13:00 y cenan entre 17:00 y 18:00. La mayoría de los sitios turísticos cierran sobre las 18:00. En todo caso en China se puede comer a cualquier hora. Los puestos callejeros abundan y la comida en general está muy buena.

 

De todas formas, como era casi la hora de abrir, dimos una vuelta pequeña por el Hutong y entramos en un restaurante cercano. La comida estaba deliciosa. Pedir comida en china es un juego divertido. En los restaurantes más grandes y de más clase, suelen tener una carta con fotos y la traducción al inglés, con lo que el riesgo es menor. De todas formas esta tradución al inglés es bastante pobre y además yo me fui con la sospecha de que la carta en chino es más amplia que la que tienen traducida...

 

Comimos un pescado con salsa agridulce. La presentación es muy curiosa, pues es pescado viene abierto y con los pedacitos de carne en salsa agridulce como si fuera un caparazón de púas. Quizá quede más claro en la foto (lo naranja, en la foto). Este pez suele ser carpa, y está muy bueno. También comimos una carne de ternera que traen dentro de una hoja de algo, buenísima. Las sopas, los noodles (del tamaño y grosor que sean) y los arroces están muy ricos también.

 


El arroz blanco se sirve en un cuenco en el que tu añades normalmente algo de los otros platos, pollo, pescado, carne... y lo mezclas.

 

Una característica importante de la cocina china (al menos de las zonas por las que nosotras nos movimos), es el picante. Muchísimos platos llevan cayena a granel; cayena y cacahuetes.

 

Después de comer fuimos a pasear. Tiananmen estaba a una media horilla andando desde nuestro barrio, así que para allá nos fuimos. Cuando ves Tiananmen realmente te sientes en China. Por mucho que te dicen lo grandísima que es, es aún más grande de como te la imaginas.


 


No se si era porque el Año Nuevo Chino había sido hacía poco o porque son así ellos, lo tenían todo adornado con bombillitas como luces de navidad.

 

Después del paseo, muy agradable, nuestros amigos nos sugirieron un plan de lo más tentador: Un masaje.

 

Nos llevaron a un sitio que se llama Dragonfly (es una cadena) y que es una auténtica maravilla. Tienen una amplia carta de masajes, que incluyen el de piés, el chino, el chino con aceite, el tailandés, y otros más curiosos y especializados como el de la resaca o uno llamado Happy End (No quisimos preguntar, la verdad). Conviene pedir hora y decir si quieres que el masaje te lo de un chico o una chica.

 

El sitio es muy limpio y tiene un ambiente ténue y silencioso que te relaja desde que pones el pie allí. En recepción te obsequian con un té y enseguida viene tu masajista, que te conduce por un pasillo de lo más evocador. Água, velas, piedras, telas traslúcidas, música relajante... Las cabinas son cómodas, bien decoradas y limpias (usan fundas de usar y tirar para las camillas) aunque te dan un pantaloncillo que supones limpio, pero que no es de usar y tirar, así como las toallas.

 

Mariko se hizo un masaje de piés, que incluía también partes como los hombros y el cuello. Dice que es fantástico, muy bueno, relajante y revitalizador. Yo me di el chino con aceite.

 

Para este usan aceite templado y es por todo el cuerpo, de los pies a la cabeza. Maravilloso. Dura una hora y cuesta unos 12 euros. Cuando termina, la masajista te ofrece agua o té. No pidáis agua. De hecho, no pidáis agua en ningún sitio, salvo que sea mineral. Yo pedí agua y me trajo la pobre infeliz un vasito de agua caliente...

 

Después del masaje, y aún en la nube. Nuestros amigos nos llevaron a cenar a un japonés que había cerca del Dragonfly. Cenamos Sushi y Sashimi. Cuando pides cerveza en China te traen una botella de 3/4 de litro, caundo no de litro (la que más bebimos nosotras fue una cerveza china que se llama Tsingtao, que es muy suave, casi aguada... Nos enseñaron una fórmula mnemotécnica para no olvidar el nombre: This Shit Is Not Good Try Another One) Es suave, sí, pero da dolor de cabeza. Muy rico todo, y de allí, a tomar una copa.

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