jueves, 27 de marzo de 2008

La Gran Muralla (día 3)


Desayunamos temprano en el hotel (desayuno chino: noodles, arroz...) y nos metieron en una furgoneta de once plazas. Mariko y yo planeábamos dormir todo el trayecto hasta Mutianyu, pero no fue posible porque nada más entrar en la furgoneta, hablando, una chica que ya estaba dentro nos preguntó “¿Españolas?”. Era Mar, murciana. Simpática y super dicharachera. Al cabo de diez minutos habíamos perdido toda esperanza de dar una cabezadita.

 

Cuando, después de un trayecto largo largo, llegamos a la muralla, el guía nos preguntó a todos si queríamos subir en teleférico o si preferíamos ir andando. Envalentonadas, dijimos que andando. Afortunadamente, subida la primera cuesta, que es al mismo tiempo mercadillo, decidimos que casi mejor, en teleférico.

 

Dos del grupo subieron andando; el resto, en teleférico. El guía nos dejó allí y con mirada resignada nos dijo que él tenía que ir con los que subían andando.

 

Subir andando, al menos en Mutianyu, no merece la pena; lo mismo que tampoco merece la pena bajar andando. El teleférico te deja en un punto de la muralla a partir del cual puedes echar a andar hacia la izquierda o hacia la derecha. Conviene entrar orinado a la muralla, pues una vez allí no hay baños (obviamente).

 

Nosotras, haciendo caso omiso a unos andaluces que nos dijeron que ellos “normalmente” se dirigían hacia la derecha y luego, siete u ocho torres más allá, bajaban en tobogán, echamos a andar hacia la izquierda. El día estaba un poco nublado y la visibilidad no era muy buena; además, el monte estaba pardo aún, pues estaban saliendo del invierno. A pesar de todo el lugar es muy bonito y el paisaje, con la muralla perdiéndose a lo lejos, es una maravilla.

 

Al cabo de un rato, todo hay que decirlo, nuestro entusiasmo inicial convirtió la maravilla en una muralla muy grande. Anduvimos bastante, hasta que llegamos a un tramo muy empinado de escaleras. “Hasta aquí hemos llegado”, pensamos. Hicimos un par de fotos chorra mirando un mapa como si nos hubiéramos perdido en la muralla y volvimos.

 

Volvimos, y yo concretamente con la vegiga que me iba a explotar en cualquier momento. En el punto donde nos había dejado el teleférico encontramos al guía que llegaba con los otros dos excursionistas.

 

Los que subieron andando no estuvieron ni diez minutos en la muralla. Por eso, entre otras cosas, digo que no vale la pena subir andando. Llegas exhausto y no haces lo que has venido a hacer: patear la muralla. Bajar tampoco es mejor. La bajada, aunque por escalones, es muy pronunciada y larga.

 

A mi me duraron las agujetas una semana entera. Además hice toda la bajada orinándome, que cuando llegamos abajo y vi el mercadillo fue como volver a nacer ¡¡¡Un baño!!!

 

Los baños públicos en China abundan, sobre todo en los Hutones, porque aún hay muchas casas que no tienen baño. Nosotras no hemos entrado a baños públicos en la calle, pero sí en lugares como este: muralla, palacio de verano, templo del cielo, muralla de Xi’an, aeropuertos... estos no están mal. Normalmente tienen cabinas con letrina y cabinas con wáter. Conviene ir siempre equipado con kleenex, no sólo para el baño, sino también para comer, pues es muy raro el restaurante donde te obsequian con una triste servilleta...

 

En el mercadillo compré el libro de citas de Mao, que lo venden en cualquier esquina.

 

Comimos allí mismo, en un restaurante. Tofu (ninguno de los que fuimos a la excursión éramos precisamente fan del Tofu, así que se quedó entero), arroz, noodles de patata, pollo y cerdo. Correcto pero sin alardes.

 

A la vuelta, ya en el hotel, me di un masaje esperando que fuera como el primero... Nada más lejos. El sitio no era tan higiénico ni la china lo daba igual de bien... fue algo decepcionante, la verdad...

 

Nos dimos una ducha y salimos pitando (Mar también) al restaurante donde habíamos quedado con nuestros amigos para cenar el mítico Pato a la Pekinesa.

 

El restaurante estaba muy bien, como muy de lujo, y estábamos en un reservado. El pato estaba bueno, pero no era la experiencia religiosa de la que habla la gente que ha comido Pato Pekinesa en Beijing. Una cosa curiosa: la piel, muy tostada, muy tostada y crujiente te la sirven con un cuenquito con azucar aparte. Se moja en el azucar y está buenísima.

 


Después nos llevaron a un garito que se llama The World of Suzie Wong. El sitio es una chulada; con muchos occidentales también pero merece la pena ir. La música es muy buena, sobre todo arriba y el servicio es increible. Tiene varios premios, como el mejor sitio para ver y dejarse ver, el mejor sitio para conocer gente, el mejor sitio para ligar, el sitio con mejor decoración... Responde a las expectativas. Muy recomendable ir y ver qué se cuece.

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