viernes, 28 de marzo de 2008

Xi'an: Torres de la Campana y del Tambor (Día 6)


Llegamos bien tempranito a Xi’an. La estación de tren está junto a una de las puertas de la muralla. Al ladito, está el International Youth Hostel (Si vais allí ni se os ocurra pillar un taxi). Nosotras nos quedamos en un hotel de la cadena JinJang, en un Jin Jiang Inn, pero el Youth Hostel tenía una pinta estupenda.

 


Tomamos un taxi después de pasear un poco y le enseñamos el papelito de rigor con la dirección en chino y un planito. El taxista dice “ok” y nos deja en un hotel que no es el nuestro... un Sofitel. Nuestro hotel estaba cerca, a un par de calles, así que fuimos andando. Desayunamos en el hotel desayuno chino (empanadillas, que son una especialidad de la zona y que están deliciosas y noodles) y descansamos un poco. Nos tomamos un par de horas para dormir después del viaje en vela.

 


Recuperadas tras el reparador descanso, nos tiramos a la calle con nuestro amigo de Beijing, que había venido a pasar el finde con nosotras y había llegado también por la mañana en avión. Fuimos paseando por una calle grande, muy comercial, hasta llegar a la Torre de la Campana. Allí compramos entradas para visitar las dos torres: la de la Campana y la del Tambor.

 


En la Torre de la Campana se puede ver una campana muy grande (que no es la original) y un cutre-espectáculo con campanas y otros instrumentos y un poco de danza. No está mal, pero carece de entusiasmo...

 


De allí fuimos a visitar la Torre del Tambor, que está cerca (se ven la una desde la otra). Allí se puede ver un tambor enorme que, creo, tampoco es el original. El espectáculo nos lo ahorramos.

 

Desde la Torre del Tambor se puede ver una esquina de una calle del barrio árabe. Decidimos que puede ser una buena idea ir a visitarlo y comer algo allí.

 


El barrio árabe, junto con la muralla, es probáblemente lo que más nos gustó de la ciudad de Xi’an. Es muy animado, con un mercadillo enorme donde regatear resulto hasta divertido en ocasiones. Bastante más barato que Beijing o Shanghai (Shanghai es más caro que Beijing, por cierto). Los puestos de comida, aunque de aspecto cutre, huelen fenomenal. La mezcla de especias árabes y chinas resulta muy atractiva, pero más vale que te guste el picante...

 

Resulta chocante y curioso ver a los chinos musulmanes. Los puestos de cordero y de frutos secos están por todo el barrio.

 

Comimos en uno de los puestos, donde hacían tortitas con carne y algo más, que podía ser cebolla, espinacas o repollo. Estaban muy buenas, y para acompañar, unos tallarines gordos, gordos, con una salsa de cacahuete que estaba muy rica, pero que al final resultaba un poco pesada.

 

Después de algunas compras y de haber saciado el hambre, nos propusimos encontrar la Gran Mezquita, lo que resulto prácticamente imposible... Tuvimos que preguntar vaarias veces y por más que mirábamos el mapa no dábamos con ella. Para ser una Gran Mezquita, está muy bien escondida, pensábamos...

 

Por fin, fuera de hora, y cuando ya estaba cerrada, dimos con ella. Habíamos pasado junto a ella varias veces, pero al estar dentro del mercadillo era imposible verla. Vas mirando los souvenires y regateando aquí y allá y pasas por la Mezquita y ni te enteras...

 

Después de unas compritas más (estamos como locos) volvimos al hotel, donde nos permitimos otra horita de descanso antes de salir a cenar.

 

Buscamos en la Lonely Planet un buen sitio donde cenar, pero enseguida descubrimos que la Lonely de 2005 se ha quedado antigua en este tipo de menesteres; comprensible, al ritmo que está cambiando China... Pero la cosa empeora: las diez y media es una hora muy mala para que te den de cenar en restaurante en sitios como Xi'an o Guilin. En las ciudades grandes no hay problema, pero en estas ciudades las opciones se reducen.


Finalmente, encontramos uno abierto. Era un sitio, cuado menos, extraño. En lugar de sillas o asientos tenía columpios. Y en la carta pudimos encontrar desde filetes (muy ricos) hasta una pizza cuyo nombre, en inglés, rezaba: “two human life field pisa”. Hicimos por pedirla, pero nos dijeron que ya no servían pizza (otra vez la hora).

 


Después de cenar volvimos paseando al hotel y vimos, por el camino, multitud de puestos de comida callejeros. Algunos tenían incluso mesas y todo.

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